"En los años en Pizarro y Cortés conquistaban Perú y México, y entre los soldados y misioneros figuraban hombres de letras que narraban aquellas hazañas en las que la aventura se unía al exotismo, por lo que la narración de los hechos va acompañada de la descripción de las tierras, de los hombres, de los animales y las plantas de aquel continente recién descubierto." Existieron, como precedente de estos textos, las Cartas de Colón, en las que también él narró a los reyes todo aquello que había encontrado en las Indias.
Tanto dichas cartas como las Crónicas de diversos cronistan tenían la intención de reportar a la Corona todo lo que había y sucedía en tierras americanas.
Las crónicas: Historia y Literatura
Las crónicas: Historia y Literatura
Colón en su “Diario
Del Primer Viaje” deja ver fácilmente cómo su imaginación se deja
arrastrar por el mundo que observa: “La mar llana como un río y los aires los
mejores del mundo… el cantar de los pájaros es tal que parecen que nunca
se querría partir de aquí, y las manadas de papagayos oscurecen el sol”. La
misma imagen de la naturaleza desbordante se ofrece en la carta que Américo de
Vespuccio dirigió a Lorenzo de Medici en 1500: “Los árboles son de tanta
belleza y tanta blandura que nos sentíamos estar en el paraíso terrenal, y
ninguno de aquellos árboles ni sus frutos tenían semejanza con los de estas
partes, y por el río vimos muchas clases de peces de variadas formas”.
En muchos de los relatos de esa época predomina la exaltación
frente a la exuberancia del ambiente natural: se habla de playas llenas de
perlas, de la infinita variedad de árboles y animales, que para los españoles
resultaba difícil de comparar con lo que conocían y, por tanto, solo
podían referirse a ella en tono hiperbólico o exagerado.
“Yo seguí la parte del setentrion, así como de la Juana, al
oriente ciento é ochenta y ocho grandes leguas, por linea recta, la cual y
todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo: en ella
hay muchos puertos en la costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa
en cristianos, y farto rios y buenos y grandes que es maravilla: las tierras
della son altas y en ella muy buenas sierras y montañas altísimas, sin
comparación de la isla de Teneryfe, todas fermosísimas, de mil fechuras, y
todas andables y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parecen que llegan
al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la foja, segun lo pude
comprender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Y
dellos estaban floridos, dellos con fruto, y dellos en otro término, segun es
su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaritos de mil maneras en el mes de
noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o de ocho maneras, que
es admiración verlas, por la diformidad fermosa dellas, mas así como los otros
árboles y frutos é yerbas: en ella hay pinares á maravilla, é hay campiñas
grandísimas, é hay miel, y de muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En
las tierras hay muchas minas de metales é hay gente in estimable número”
En la literatura moderna (siglo XX) latinoamericana esta
hipérbole originada por la magia de la realidad americana, dio lugar a “lo real
maravilloso”, tema esencial en escritores latinoamericanos como Alejo
Carpentier, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Miguel Ángel Asturias;
quienes han convertido este tópico en uno de los rasgos más extraordinarios de
su novelística.
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